31 de mayo de 2013

Protagonista


Creo, fielmente creo, honestamente creo y, desde mis entrañas creo. Que el mayor de mis vicios, es culpable de mis grandes decepciones de la realidad. No es que mi realidad sea  mala, de hecho considero que es mejor y más de lo que esperaba. Sin embargo, creo que hablo un poco más de mi pasado romántico.

Para dejar las cosas en claro, el mayor de mis vicios es leer. Siempre leo, si no es una cosa es otra, releo libros con cierto metodismo. Todos los Marzos de mi vida están impregnados del padre Delaura y de Sierva María de todos los Ángeles, porque si, porque los extraño y porque creo que lo suyo fue amor de otoño. Así sin más.

Soy lectora mayormente romántica y un poco fantástica, no entiendo los cómics, no porque me parezcan insignificantes, sino porque no puedo ponerles YO un rostro a mis protagonistas y debo enfocarme en lo que los dibujantes quieren. Mi imaginación queda anulada y entonces, no me gustan. No me gustan las historias de ciencia ficción o de realidad mística alternativa, porque no sé, digamos y por no seguir discutiendo, que no quiero poner a prueba mi FE.

Pero con las novelas románticas, lo siento, no puedo.

Y ahí mi desgracia.

¡Ay, pobre de ti si te fijaste en una romántica lectora como yo!

Y ¡Ay, pobre de mí por haber leído tanto a personajes románticos!

Me gustaba un chico idiota, y no lo digo por idiota per se, creo que es más por lo altanero y presumido que se volvió en cuanto supo que yo, me había fijado en sus pardos ojos y sus pequeños rizos castaño oscuro que bordeaban su cara. ¡Qué sé yo! El punto, es que se volvió tan orgulloso de sí mismo, que cuando se me declaró —porque obvio lo llegó a hacer—, le dije que no. ¡Que era un estúpido y que debería agradecerme que al menos le contestara su ridícula declaración!

Claro y entonces suena a algo normal. “A ella no le gustaba tanto y lo mandó a volar”…¡FALSO! Claro que me gustaba, claro que me moría por él y claro que me moría de ganas de decirle que sí.

Es sólo que pensé que era Darcy. Que había herido su orgullo un poco y que luego de un tiempo, vendría a mi casa, desesperado por no poder contener sus sentimientos dentro del cuerpo, angustiado de no poder besarme. Y yo…como una digna Elizabeth Bennet, le daría por fin el SI que tanto gritaba mi corazón.
Él no volvió ni siquiera a verme.

Y claro está no me olvido de las noches en vela esperando que el pelirrojo que me ilusionó por primera vez, se diera cuenta que jamás querría a otra como me había querido a mí. Que se casaría pero sería terriblemente infeliz, que esperaría a ser muy, muy, muy, muy viejo  para volverme a buscar y por fin, vivir la historia de amor que por chiquillos e inmaduros no pudimos disfrutar en su momento.

Ahora, ni el HOLA.

Y ni que se diga de mi anormal —porque he de aceptar que es anormal— fijación con el padre Delaura. Eso me sucedió con un amigo, que luego fue mi enamorado. Resultó que a su hermano menor, le gustaba yo. Yo de tonta le dije que sí, me arrepentí a los dos días y le dije que siempre no. Pero el daño estaba hecho, yo ya era la “ex” del hermano. A él le conocí luego  de un par de semanas y aunque la empatía fue inmediata, inmediata también fue la pared que se alzó entre los dos con el temita de “la ex”. Ahí la forma de “amor prohibido” que tanto me gusta de Sierva María y Cayetano.

Escotes en mano, o mejor dicho en pecho, y risas sueltas por todos lados, finalmente conseguí que mi pretendiente de aquel entonces venciera sus miedos y finalmente me pudiera llamar “su enamorada”. No fue poco el costo, su hermano se ofendió y finalmente luego de tanto idilio y poca paz, nuestro romance fue algo así como una fresca brisa en medio de un caluroso mediodía. Y ya.

De nuevo, decepcionada. Yo quería un final trágico, un amor más allá del encierro y de las prohibiciones.

Como el de ellos.

Así sigo. Y podría seguir.

No sé bien qué clase de confabulación hubo cuando nació mi actual —y último, espero— enamorado, sin embargo, y cuando quiere tiene el orgullo cabeza hueca de Darcy, el romanticismo idóneo de Delaura y la paciencia de Florentino Ariza.

Espero que se pueda generalizar y que este defecto mío de querer vivir mi vida romántica como si yo fuera una Daza sea un virus ineludible de quienes, como yo, disfrutamos tanto de un romance bien contado. Si no, estoy grave.


Pero es así, por eso, pido perdón por atrasado —por los ex— y por adelantado —a ti—, si a veces me pongo muy dramática. Es lo que siempre digo —y lo que tengo puesto en la firma de mi correo personal—, “yo habría sido muy feliz siendo un personaje de Austen”.

17 de mayo de 2013

Sonría cuando me ve


Sonríe cuando me ve. Siempre lo ha hecho. Pareciera que sonríe por mi llegada, que sonríe porque estoy más cerca de él o que sonríe porque el ansia de abrazarme le carcome la paciencia. Siempre sonríe cuando me ve.

Y yo solía hacerlo también.

Las terminaciones nerviosas de mi rostro se volvían rebeldes a mis órdenes y en su mayor grito, le sonreían con alegría natural. Aun cuando la noche anterior yo estaba enojada, aún cuando horas anteriores mis ojos estuvieran hinchados de tanto derramar lágrimas por él. Mis labios desobedecían y le sonreía yo.

Por alguna razón que mi cabeza no logra comprender, hoy no es lo mismo.
Está segundo a segundo más cerca a mí y yo no sonrío. Su sonrisa no me marea, no me da ganas de apresarle entre mis labios, no me causan siquiera ese cosquilleo gracioso en la boca del estómago. ¿Qué sucederá cuando me toque? ¿Será que ya no lo amo?

¿Qué fue lo que cambió?

Llevo días, meses y años sabiendo que su sonrisa no es de amor. Su sonrisa es de satisfacción, de saberme suya, de saber que soy una bailarina que danza a su música y ritmo. Es tan presumido. A veces creo que al comienzo de este idilio su sonrisa era franca y únicamente por mí, pero eso es engañarse y dejar que me engañe.

Una vez más.

¿Cómo fue que llegó a tener tanto control?

¿Cómo le dejé tener tanto control?

Mi amor por él siempre me llevó a una esperanza, siempre pensé que cambiaría, que luego de tanto tiempo por fin dejaría de dañarme y comenzaría a quererme de la misma forma y con la misma intensidad con la que yo lo hacía.
Pero eso, eso jamás sucedió.

Me vi a misma en esos programas dónde las mujeres hacen el amor con la vista pérdida en el horizonte en un lecho en el que no quieren estar. Me vi sin abrazarlo mientras él recorría sus manos por mí. Sin embargo, no era mi tiempo de irme, supongo.

Junté tantas veces el valor de ponerle un límite y cada una de aquellas veces él aparecía con su mejor traje, su sonrisa mejor disfrazada y palabras que sólo se leen en las mejores novelas de Austen. Y la esperanza, obstinada, regresaba.

He llegado a odiarlo, si, porque ese es el verbo, tan fuerte como lo amo. ¿O lo amé? ¿Será que por fin te he inscrito en el viaje a mi pasado?

Cuento sin ti un día, dos días, una semana, un mes, tres meses, pero vuelves. Y cuando vuelves, yo irremediablemente vuelvo. Como hoy. Como hoy que una vez más he vuelto para tener una dosis más de esa droga que me empeora en la adicción de sentir algo por él.

Pero me ha sorprendido saber que hoy es distinto. Que no tengo ganas de sonreír y que mis labios no se han rebelado contra mí. Que sonríe y por fin, luego de tanta mentira y sufrimiento, su sonrisa se revela a mis ojos como lo que siempre fue; el inicio de una página más en una cruenta historia de terror en la que fui siempre mi propio verdugo.

Yo el verdugo, pero él la guillotina. Siempre él la guillotina.

Hoy no ha aparecido la esperanza de que me quiera, después de todo nunca lo has hecho. Ahora sé que cualquiera ha hecho más méritos para recibir mi cariño comparado con él, cualquiera ha sido capaz de darme mejores migajas a las que recibí de él.

No me malentiendan, el yugo no ha desaparecido por completo, de otra manera ni siquiera estaría aquí. Soy adicta, creo haberlo dicho antes, será difícil. Pero si el efecto maldito de su sonrisa ha comenzado a desvanecerse, resulta que me descubro una adicta con esperanza. Una distinta a la que antes me gobernaba, una esperanza de libertad sin él.

-          ¡Cada vez más linda, Morena!
-          Hola, ¡Qué sorpresa tu llamada! No imaginé que aún conservaras mi número.
-          Si que eres exagerada, bien sabes tú que eres la persona más importante de mi agenda.
-          ¿Debería sentirme halagada o acusarte de obsesión? Ya son más de seis años ¿no?
-          Casi nueve, ¿ya no te acuerdas cómo nos conocimos?

¡Mira que bien juega sus cartas! Cómo siempre. Ahora es cuando mis pilares de voluntad se debilitan, el derrumbe me hace dejarle estrecharme entre sus manos y en seguida me volverá a poner los grilletes en los tobillos. Seré suya. ¡Maldita sea, siempre tan suya!

-          Honestamente, a veces quisiera no acordarme. Lo siento.

¡Dios Mío! Sigo en pie, hubo un terremoto dentro de mí y yo sigo de pie. Además acabo de descubrir algo en mí, ese deseo oculto de odiarlo como realmente se merece ha desaparecido completamente de mi cuerpo. Tampoco lo amo. Mi ser parece dirigirse a un estado de sopor en el que toda memoria que lo conserve como el dios en que lo convertí desaparezca tras su manipulación y mi masoquismo. No quiero sentir nada por él. Y comienzo a sentir nada por él.

-          ¿Quieres ir a tomar un café? ¿O qué tal si vamos a buscar esos chocolates de caja azul que tanto te gustan y con los que siempre nos demoramos toda la tarde buscándolos?

Él se ha dado cuenta de lo que me sucede, de lo contrario no estaría soltando su artillería pesada, intenta demostrarme lo que perfectamente bien que me conoce. Y ciertamente es algo que me hace débil. Nunca nadie ha logrado demostrar tanta memoria para mis detalles más confusos e intrincados, nadie jamás ha sido capaz de recordar siquiera las cosas que más detesto. Él sí.

El ángel más hermoso fue quién terminó convirtiéndose en el peor enemigo de Dios, lo mismo sucede con él. Es lo más bello, lo más cordial, lo más cariñoso, lo más hermoso, lo más cercano a la perfección que conocí en mi vida y ha resultado lo más dañino. Lo más perverso.

Además de perder la venda, he perdido la capacidad —que siempre me pareció ilimitada— de sentir compasión por él, aquella que me hacía permanecer a su lado impulsándolo a conquistar sus lados más bellos. Jamás me hacía caso, pero no por eso yo dejaba de intentarlo.

-          No, lo siento. Tengo ganas de irme a mi casa.
-          ¡Uy, que cortante estás hoy!
-          Si, ¿verdad?
-          ¿Te hice algo?
-          ¿En serio quieres que te conteste?
-          Sabes que me refiero a algo que te molestase en el tiempo transcurrido entre mi llamada telefónica y esta mañana.
-          La verdad es que no sé qué es lo que me sucede hoy.

Esa fue sin duda, una batalla perdida en la guerra que esta mañana comenzó con la derrota de su sonrisa. Sigo siendo incapaz de ocultarle mis verdaderos sentimientos, cosa que él siempre logra voltear en mi contra. Sigo siendo suya, no tan suya, pero suya. Suya.

Todos mis minutos y segundos desde que lo conocí fui suya ¡Y a él siempre pareció no importarle eso! ¡Maldita sea, habría continuado de su esclava con gusto por un mendrugo de su cariño! ¿Cómo es que jamás se dio cuenta de aquello? ¡Mierda!

-          Ya me voy.
-          Bueno, te llamo esta semana para ver si nos vemos nuevamente. Sabes que siempre que te veo me siento renacer, eres demasiado especial.
-          Como quieras.
-          ¡Hey! Pero, ¿qué te hicieron, Morena?
-          No sé a qué te refieres.
-          Acabo de decirte algo hermoso y tú pareces no inmutarte. ¡Esto me recuerda a una carta que te envíe hace años! ¿lo recuerdas?

Sí, claro que recuerdo el momento. Lo siento como si hubiese sido mi propio momento faustiano, fue entonces cuando pensé que era especial y que jamás nadie me había descubierto de aquella forma. En aquel momento mis penas, verdugos y guillotinas eran otros, hoy la respuesta era él. Él con su maldito egocentrismo y yo con mi infinito masoquismo selectivo.

Me ha besado.

Al parecer, mi primera derrota le ha ganado el suficiente terreno para que haga aquello y nuevamente me siento como una mujer haciendo el amor mirando hacia el horizonte, pero esta vez mis ojos no miran un lecho odiado, sino mi libertad. Mi ansiada libertad. Mis labios le respondo, ¡Tan fuerte no soy! ¡Nunca lo he sido con él!

Le doy una ligera sonrisa y me giró sobre los talones. Creo que sigue hablándome porque algo similar a una brisa acaricia la piel de mi cuello, pero no más. Es tiempo de contar los pasos para alejarme en lugar contar los que me acercan.

Siempre ha sonreído cuando me ve, es una costumbre que impregnó en mí como si fuera un premio consuelo por todo el amor que le di.

Hoy sonrió.

Hoy sonrió, como siempre y no reclamé mi premio.

¿Será que ya no es premio?

¿Cuándo lo fue?

16 de mayo de 2013

Pianista


Mientras el pianista me tortura con su meláncolica melodía yo no dejo de preguntarme cuando tendrá fin. Sé que al soltar la última tecla desaparecerá de mi vista y podré abrazar a aquel que sueño hace tanto.

Pero hace tanto que su canción se hace interminable que comienzo a creer que está hechizado y que jamás dejará de tocar.

Lo necesito cerca, tan cerca mío que me aterra. Me dan ganas de salir huyendo, de patalear y de gritar que no puedo tenerlo cerca. Porque me haré adicta y no podría dejarlo más.

Deja de tocar pianista
...deja de tocar.

Lirio

No es lógico enamorarse de una flor. Es un claro grito antes de suicidarse. Enamorarse de algo que si se aleja de su tierra, morirá inevitablemente en poco tiempo, vivir por sus colores, soñar con su textura, verla morir entre tus dedos. Enamorarse de una flor no tiene lógica.

Sé que un día tu ausencia me hará daño, sé que jamás podré decir que toqué como mía la suavidad de tu piel, sé que quizá nunca pueda siquiera oler tus cabellos en un amanecer. Sé que quererte resultará inevitablemente mortal, pero te quiero.

Si. Yo soy la niña que se enamora de una flor, la que se enamoró de un lirio. La que tiene la infértil esperanza que se vuelva eterno, que jamás me deje. Que me hable.

Lirio. Mi Lirio.

Hoy te quiero, hoy te amo, y tengo la certeza que mañana aún lo haré. Pero hoy no te tengo, y en el colmo de mi mala suerte lo más seguro es que mañana te pierda.

Lirio. Mi lirio.

14 de mayo de 2013

Sonríe


Sonríe, está bien, por ahora. No te preocupes, para el momento que escribo esto, ya no duele —tanto—. Y más que no preocuparte, da gracias; cuando escribo con rabia, no me detiene ni la feminidad, ni el “francés”, ni la empatía de género…quizá simplemente sea que no quiero sentirme culpable luego.

El camino que hoy recorres, yo ya lo pasé no hace mucho tiempo y por eso —¡Si, claro! ¡Sólo por eso!—…duele. Pero un poco más a la larga, como ahora, da un poco de satisfacción, porque sé que…como yo, no va a durar.

Esas palabras que hoy usa contigo, un día las usó conmigo, los mismos tonos, las mismas frases, el mismo estilo, y es tan poco creativo, que incluso comienza a usar las mismas canciones que un día cantó a mi lado. Esas, esas son las cosas que dolieron, las cosas que afectaron. Podría ser más cruel y exponerlo a viva voz y con detalles; deberías dar las gracias que demoré en escribir y voy quitando un poco el veneno.

Cualquiera que sean tus besos, los míos fueron primeros, no lo sorprenderás en nada, te faltan meses de práctica para conocer sus formas, sus manías…sus ganas. Y cuando llegues a sus sábanas —si llegas a sus sábanas—, le vas a divertir, yo sé que sí, pero que sepas…en su piel, aún lleva mi perfume. Que sea cual sea el camino que tus manos marquen… YO lo marqué primero.

Que muchas de las manías de cama que te gustaran de él…las aprendimos juntos. Se las enseñé yo, me las enseñó él.

Sonríe, como yo sonrío, no por superficial o por venganza, ni siquiera por despecho. Sonríe porque cuando hayas hecho todo, todo, todo, todo lo que puedas con él —todo lo que yo ya hice—…tendrás todo, todo, todo, todo lo que tengo dentro, te habrá dejado y posiblemente pensando algo similar a lo que yo he escrito.

Sonríe por el recuerdo de un futuro que yo te descubro en el presente.

6 de mayo de 2013

Laboramor

Cuando tienes el primer novio, lo usual es que sea o de tu barrio o de tu colegio. En cualquiera de los dos casos, lo más seguro es que lo veas a diario. Si es de tu barrio, todo genial porque lo vas a ver cuando las obligaciones escolares y del hogar se acaben, una media horita, quizá dos horas si se van al cine y qué sé yo, la rutina llega lentamente sin que lo notes. Si es del colegio la cosa está un poco más estructurada, el 90% de las tardes se irán juntos luego de clases, el 60% de los recreos serán a su lado y posiblemente intentes hacer todos los trabajos grupales incluyéndole. Es normal, pero claro, en esta situación en particular la relación se tensa por cosas que no tienen que ver con la pareja.

Y con el paso de los años, a veces, la situación, no sólo se repite sino que a veces llega a empeorar, y algunas —pocas, pero existen—, las situaciones se sobrellevan con estilacho propio de la madurez que nos llega, lenta pero segura.

A mis veinticinco años, tengo una relación que califico como estable, seria y madura —ok, la relación es madura, nosotros a veces no—, de tres años y más o menos tres meses adicionales. No trabajo con él de ocho a cinco, claro que no. Pero compartimos labores "extra" que nos encantan, en la parroquia como coordinadores del grupo de teatro; en la parroquia como participantes del grupo de coro y finalmente para coordinar algunas cosas de la casa hogar que siempre visitamos. 

Nos vemos a diario, casi a diario, y no siempre por motivos románticos. O bueno, yo lo veo así, porque ok, hay sus besitos, abrazos y guiños de ojo, pero por obvias razones no estamos pegados de labios mientras los demás practican una escena o ellos sacan una canción en guitarra; así que es un plano semi-laboral desde mi punto de vista. Igual cuenta, claro que cuenta, pero no cuenta, ¿me dejo entender?

El punto es que el 95% de las veces, coincidimos en lo que tenemos, queremos, debemos y podemos hacer en estos espacios y todo bien, bonito, normalito y tranquilito. ¿Y el otro 5%? Si, he ahí el dilema.

Y este post, supongo, es una especie de disculpa. Y digo "supongo" y "especie" porque sé, que se volverá a repetir por mucho que intentemos que no suceda, sucederá. Es de sabios reconocerlo.

Sucede que cuando algo me sale mal, busco a mi lado a mi enamorado —novio, pololo, free o como le quiera llamar—; y cuando me topo que no es mi enamorado sino el guitarrista o el director escénico, entro en shock y me desespero aún más. Si meto la pata hasta el fondo, espero—erróneamente espero— un "Amor, no te preocupes, relájate y todo mejorará" y lo que recibo no es exactamente eso, es un "No sé porqué te pones así". Comprenderán que lejos de relajarme, terminé hundiéndome más en mi angustia y ansiedad. Él, por su parte, frustrado de mi comportamiento un poco infantil —he dicho un poco y es lo máximo que aceptaré—, ante la situación.

Es difícil separar lo laboral de lo personal, es difícil entenderlo y aún más aceptarlo. Y no es que sea una relación "laboral" per se, empero si es una relación fuera de nuestra relación y eso es lo que debo recordar. Recordar que no me está regañando a mí, sino a la chica que canta, que actúa o que organiza. Sin enfriarlo por completo tampoco, porque en la mayoría de veces es jodidamente —perdón por el francés— perfecto compartir tus pasiones con el hombre que amas.

Ahora, para aclarar y esquivar las espadas justicieras, se resolvió pronta y buenamente. 

Es que creo yo, que si bien tenemos que recordar —sobretodo yo—, que tenemos que separar las cosas, también hay que recordar que aunque tengamos otra etiqueta en la frente, seguimos siendo enamorado y enamorada. Sobretodo si la enamorada es ligeramente engreída —sorry con excuse me—. 

Disculpa, si aún cabe, y para adelante que total, el contrato firmado ya está, y por un margen de error tan ínfimo, no se puede destruir semejante gol de negocio. ¿no?

2 de mayo de 2013

Amigo...



Claro que te amé.

Y honestamente no sé que más decirte.

¡¿Vos viste cuando uno se enamora de la tipita de la novela?! No tiene defectos. Ciertamente a veces tampoco tiene virtudes, pero existe. Y así te amé yo. No fue mentira. Pasé muchos días en vela pensando sólo en ti, esperando que sonrieras y rogando porque algún día esa sonrisa fuera para mí.

No estaba escrito.

Ni tú serás el amor de mi vida, ni yo la mujer de tus sueños. Pero te amé, por favor no lo dudes. Ni dejes que la distancia o el tiempo borren las noches que soñamos lado a lado.

Ahora nos queda una amistad que no sabemos manejar, un sentimiento que por momentos no pensamos nuestro. ¿Y qué le hacemos? Si es lo que toca. Lo que no sé es cómo explicarte todo lo que cambió mi vida. Sé que eres feliz por mi felicidad, tanto como yo lo soy por la tuya. Pero no estamos juntos, ¿por qué duele tanto?
Siempre te dije que las ilusiones dolían más, por ser perfectas.

Mis minutos transcurrían a través de tus horas, por favor no lo dudes. Por favor no me dejes. Sigues siendo el primero que quiero ver al llegar en mi limbo eterno, seguirás siéndolo siempre. Amigo, para siempre amigo, y en ese amigo, el amor. Amistad es amor, tú lo dijiste. Yo lo entendí.

1 de mayo de 2013

Antes de dormir


Olvidar a alguien siempre fue sencillo cuando no lo tenía cerca, cuando no podía confrontar mi fuerza de voluntad ante unos brazos, ante una sonrisa. Era tan fácil.

Tú en cambio te tatuaste en cada célula que me conforma previniendo así casi toda forma de olvido, volviéndoseme imposible pensar en mí sin pensar en ti.


Pero es necesario olvidarte.


Y entonces te olvido, me voy lejos donde nadie sabe que existes y te olvido. Miro caras nuevas, gente nueva y nuevas cosas, nada se parece a ti. Nada grita a ti, sólo mi corazón, sólo los recuerdos y sólo mis nostalgias... Pero yo escojo ignorarlas, es necesario olvidarte.


Se me aferra una esperanza que me dice lo mucho que debes extrañarme, que esperas verme aparecer en cualquier instante por el umbral de tu puerta. Me esperas.


¿Me esperas?


A veces creo que la esperanza debe morir. Otras cuántas estoy segura.


Te olvido a pesar que cada noche vuelves mientras sueño, cómo si reclamaras el trono que intento quitarte. El mismo que yo te di. Te metes en mí y me abrazas.


Pero yo despierto y te olvido.


Irremediablemente y necesariamente...


...te olvido.




[03 de Abril del 2009]


León - Nicaragua.

Sueño de ser mujer


Sentía el placer que me producían sus húmedos labios sobre la desnuda piel de mis hombros y temblaba bajo su inminente deseo ...las sensaciones más que presentes eran innegables. 

Momentos más tarde todo acabó con las blancas yemas de mis dedos presionando los espacios justo de su espalda, un tímido jadeo y un beso perdido, tambaleando, casi desesperado sobre mis labios. No había en el mundo verdad más verdadera ni descubrimiento más descubierto ...yo era enteramente suya. 


Pero la mañana siguiente me desperté siendo una niña aún ante sus ojos, sus labios se prohibían confirmar la certeza de la noche anterior como si aquello fuera sacrilegio, de nada valieron mis caricias ni mis manos andantes que querían continuar el camino marcado con anterioridad; él seguía llenándome de besos en la frente y deliciosas frutas en mis labios. 


¿Era tan mountroso desearlo como lo deseaba? ¿Por qué era tan horrible para él la idea de qué yo no pudiera controlar mi pasión? Hoy mi cabeza ni mi corazón tenían cabida para nada más que él, ni siquiera los pensamientos se atrevían a cruzar por mi mente, sólo eran mis manos y mis labios los gobernadores absolutos de mi comportamiento. 


Sólo quería memorizar centímetro a centímetro la perfección de su ser, gritarle con cada beso lo suya que me quería sentir, lo dispuesta que estaba a convertirme en su piel. 


Pero mientras yo me descubría mujer y hembra para él... 


...él me encerraba en una niñez eterna. 


Una niñez que yo ya no deseaba tener, no si él estaba a mi lado.

Mushi



Jamás te habría descubierto. No por ciega, ni por terca, ni por banal  ni por compleja; simplemente porque no había punto de cruce. Cómo a veces no lo hay en nuestras peleas, no lo hay y es de humildes reconocerlos. Cuando cada quién se pone en su esquina y no me jodas.

Un abrazo más un beso que devuelven el aire y las ganas de seguir sintiendo este latido.

Yo de cursi tengo mucho más de lo que me gustaría reconocer y reconozco por otro lado que en un mundo normal, vacío, sin aventuras y sin sorpresas ...tú y yo jamás habríamos encajado.

Bendición que el mundo este loco, fortuna que a nadie le importe un carajo que los jóvenes del distrito vean todas las tardes televisión basura y que justo a los dos se los llenen los ojos de lágrimas cuando vemos un cachorrito abandonado en la calle. Porque si, porque por más que ayudamos y reconocemos que hay humanos, gente, personas que valen la pena ...nos quiebra un cachorrito de la calle. Somos dos y quizá cien más, pero entre esos cien somos dos, somos tú y yo y merecemos un título cursi de novela mexicana.

Tenemos tanto en común que había que poner diferencias, que si tu prefieres las capas con superpoderes, yo prefiero las capas con magia; que si tú el blanco, yo el negro pero a veces —y benditas esas veces— nos besamos en lo gris y vemos una peli de vampiros. Si eso no es compromiso, no sé que más.

Nuestros sueños son los mismos pero siguen caminos distintos, eso es normal, no todos vinieron por Tumbes para descubrir a los Incas...no todos lo consiguieron. Quiero decirte, que pottermaníaca, terca, caprichosa, artística y bizarra, te quiero para mí. Para mí, para mis sueños, para mis metas, para mis amigos y para mi familia.

Y quiero decirte que aunque te guste Batman y Ironman, te quiero...te quiero para Ironman 3 y los Vengadores 2 —hay que reconocer que gano mucho en medio con los pectorales de todos ellos, pero sigue siendo medio sacrificado—, te quiero fanático de los cómics, e idolatrador de bohemios —porque en el fondo, y no tan en el fondo, también lo soy—. Te quiero para mí.

Para mi tiempo, para mi espacio, para recordarte todo el día, o no llamarte cada dos horas, para sentirte conmigo, y exigirte a punta de amenazadores emoticones que me dediques 25 horas de tu día, para yo devolverte 26.

Para mi corazón, mi respiración, mi columna y mis piernas. Te quiero para todo porque te amo para todo, para todos, para todo.

No te vayas porque no me iré. No me iré porque no te irás. De mundos tan superficialmente separados, ahora creo que eso es así para que los ideales —cosa más importante de un ser humano—, sea común. Y nos una.

Love, love, love ...love, love, love ...all you need is love ♥♥♥♫

El país con la peor memoria del mundo



Sí, definitivamente hablo de Perú. Mi Perú, tu Perú, su Perú, nuestro Perú. Ese Perú hermoso y admirado por tantos países del mundo, cuna de la más grande civilización latinoamericana (lo siento por los Mayas y Aztecas, pero aquí sí que no puedo ser imparcial). Ese Perú cuna de grandes artistas, preciosos ritmos, mejores colores e insuperables sabores. Si tuviéramos que hacer una lista de pros y contras sobre nuestro querido país, estoy muy segura que la lista de pros sería muy larga, que nos faltaría espacio para escribir, que nadie querría soltar el lapicero por seguir escribiendo.

Y es que claro, para hablar bien de nosotros siempre falta tiempo. Es hermoso, y creo que todos nos hinchamos un poco el pecho cuando un extranjero nos pregunta sobre la cultura del país. Yo hablo de los huacos moche como si los hubiera pintado un primo mío, defiendo el ceviche como si realmente me gustara el picante sabor que tiene y sin duda prefiero un par de horas en la inmortalidad de Cuzco que tres semanas en el Caribe. Pero no me ciego.

En la lista de contras que nuestro blanquirrojo suelo tiene, sólo debe aparecer una sola cosa: MALA MEMORIA. Pésima memoria. Indudablemente torpe memoria. Sí, si, yo sé que muchos dirán que me faltan cosas como: Sus políticos, el fútbol, la indiferencia, el racismo, la pobreza, etc, etc, etc. Pero en serio, si lo ven más de cerca, todo se resume en mala memoria.

Para que vean que sólo intento plasmar MI opinión, les expongo cosas que me hacen pensar que el Perú tiene su punto flaco sólo en la mala memoria que nos aqueja desde 1821 —para los que no sepan, el Año de la Declaración de Independencia—.

1.- Esto es para preocuparse, y quizá un poco para reírse. La mala memoria que nos aqueja, nace en el colegio, si, su tan poco gratificada educación. Educación a la que le importa más que un chico de 18 años responda 120 preguntas de alternativa múltiple que haberse aprendido de memoria algún poema de Santa Cruz, o "El Mundo es Ancho y Ajeno". Alguno de mis contemporáneos debe acordarse de ese chiste de primaria que rezaba: "¿De qué color era el caballo blanco de Miguel Grau?" Algunos caíamos en la trampa y decíamos blanco, pero era por inercia, sentido común o lo que fuere...los chicos de ahora caen en decir "blanco" porque ni siquiera saben quién es Miguel Grau. Si nadie se dedica a enseñarnos historia, ¿Cómo pretenden que la recordemos? AMNESIA CULTURAL

2.- El Movadef. El temido Movadef. Aclaro que jamás pertenecería a ese movimiento porque su filosofía me parece realmente estúpida. El pensamiento Gonzalo es una reverenda inutilidad y lo que toda esa sarta de jóvenes debería entender, es que el "Comunismo", es una grandiosa idea que funciona exactamente como eso, como "idea"; llevada a la práctica es nula, retrógrada, injusta y sin sentido. Pero siendo estrictamente fría con la situación, y si veo sólo a los miembros de ese grupo que tienen parientes fallecidos o presos; los entiendo. Ojo, que entender no significa justificar. Hay que ser realistas. Si crecí 20 años sabiendo que mi mamá está presa por ser terrorista, pero a nadie le importó un carajo explicarme en 20 años porqué ser terrorista es malo ¿Cómo evito el odiar al sistema de gobierno que me apartó 20 años de ella? ¡Y si me la mataron el resentimiento es más grande! ¿Cómo no pensar que el gobierno fue injusto si en mis recuerdos de infancia vi como policías y militares mataron a gente en la plaza de mi pueblo y en 20 años a nadie se le ocurrió explicarme exactamente por qué tuvieron que hacerlo?

Dicen que tengo 24 años, que mi generación no se acuerda del terrorismo, de los apagones y los coches bomba, que no era lo nuestro. Tengo 24 años, y gracias a la educación que gracias a Dios mi familia SI me dio, jamás sería terrorista. Me dicen que el Chino acabó con el terrorismo. No sean utópicos ni facilistas señores, el Chino no acabó con nada. Mató y encarceló a muchos terroristas si, y gracias a él tuvimos muchos años de relativa tregua y paz, si, ¿se lo agradezco? Si. ¿El Chino acabó con Sendero? No.

Sendero se quedó en la mente, recuerdos y vivencias de todos estos chicos que hoy apenas rozan los 30 años y lo único que recuerdan son experiencias violentas que NADIE se encargó de explicarles. El Movadef no es más que el resultado de 20 años de mala memoria e indiferencia. Ese partido no debió ni siquiera ser concebido como idea, pero claro a nadie del gobierno le importó decirles nada y ahora encima de todo existe gente que cree que SI deberían tener voz política. ¿En serio? Si se quejan de que mi generación no vivió los tiempos del terrorismo, como es que una chica de 24 años tiene la capacidad de escribir esto porque no quiere ver tanques saliendo de Alf. Ugarte porque volvieron a secuestrar una Embajada.

Cosas tan pobres en calidad como el Movadef y Conare y grupos afines no son más que el resultado de una mala memoria que insistimos en preservar. Porque aún hoy con esta amenaza latente, preferimos llenarle la cabeza a nuestros jóvenes con programas inútiles que explicarles quién ese barbudo que alzaba el puño en un vídeo antiguo. No chicos, les juro, no es un artista de cine, es un asesino.

La derrota del terrorismo —si es que un día se logra dar—, del pensamiento Gonzalo, de los senderistas, de los proselitistas, y un largo etcétera se va a lograr cuando seamos capaces de decirles a los más jóvenes y a nuestros contemporáneos que fue lo que realmente sucedió en esos años. La derrota de todo esto se dará cuando dejemos de ignorar nuestro pasado. AMNESIA POPULAR.

3.- Ya que el punto anterior estuvo tan largote, este será chiquito. ¿Cómo fue que Alan García volvió al poder en el 2006? O sea, ¿en serio? ¿Tan poca memoria hay? Y no sólo es Alan. Todos rajamos, porque rajamos, duro y parejo de la clase política de este país. No sirven para nada —al menos el 99.9% de ellos—, no sirven, nunca sirvieron, nunca servirán, pero ahí vamos todos a escogerlos como congresistas, alcaldes, presidentes, etc. ¿A mí que me importa si Luciana León es gringuita, dulce y linda? ¿O que Martha Hildebrant sea la mejor letrada del país? ¡De mi IGV salen sus sueldazos? ¿Cómo es que se permite que gente con secundaria completa y nada más sea congresista? Si fuéramos realmente sesudos, se eliminaría la carrera de Ciencias Políticas en este país, porque no sirve de nada. Nuestros congresistas dan vergüenza ajena, y compiten con los universitarios actuales en quién menos cultura general.

Se aprecia que quieran darle voz a todos los rincones de este país, pero hasta dónde sé, hay por lo menos una universidad en cada departamento del Perú, así que porque no ponernos un poquito más exigentes y pedirles por lo menos dos carreras a nuestros padres de la Patria. ¡Con semejantes padres, nadie estaría triste de ser huérfano! Acuérdense por favor. Susy Díaz, si, la misma de Andy V, la de Florcita, y un largo etcétera...ella, si ella, llegó al Congreso. AMNESIA POLÍTICA.

4.- ¿Adrianito? Si, él también. Pero no por él, a mí me parece brutal que donemos. Me alegra que el Chino Miyashiro se haya puesto la camiseta de este niño y haya logrado ayudarlo en la manera en que lo hace. Sin embargo, él no es el único. ¿Qué nos pasó? La Teletón llega a su meta sólo por empresas que donan más de lo deberían, ¿Qué nos pasó? Lograr realización personal es brutal, y lo admiro, y me alegro por los amigos míos que lo están logrando, pero, ¿a qué costo? ¿Dónde quedó el apoyo a la comunidad? ¿Dar la mano al que está al lado? Adrianito no es el único, hay miles de Adrianito en nuestro país a los que dejamos de lado, a los que nos les dedicamos ni un segundo, y quizá, quizá lo único que necesitan es una sonrisa. ¿Cuándo se nos olvidó?

A pesar de que las cosas mejoran en nuestro país, todos siguen pensando en terminar la carrera para largarse y hacer vida en Norteamérica, Europa, etc, etc, etc. ¿Quién se queda si todos se van? ¿Por qué trabajar para salirte de tu suelo? ¿Por qué pensar en que sólo mejores tú y dejar tu barrio igual de desastroso? ¿Por qué no intentar ser profeta en nuestro espacio? Porque no mejorar un poquito nuestro alrededor y luego explorar. ¡Es fácil sentir nostalgia estando lejos! Yo sólo me separé cinco semanas de Perú y casi me muero. Y eso que me fui a un lugar dónde mentiría si digo que no fui feliz. Y tan es mi país también ese país, que cuando me tuve que regresar se me partía el alma. ¡Pero claro! ¡Qué fácil es extrañar al Perú cantando al Zambo Cavero! ¿Qué te parece ayudar un poco para variar? AMNESIA POPULAR

¿Ya ven? De la innumerable lista de contras que seguramente los más pesimistas pensarían que tiene nuestra Incalandia, todo lo resumo yo en AMNESIA. Si no cambiamos un poquito nosotros, no cambiará solo. Si no mejoramos nosotros, de nada van a servir los campeonatos mundiales de Sofía, Analí, Kina, ni los Grammys del Pelado, ni las nominaciones de Bareto, de nada servirá Mistura, ni la Feria Internacional de Libros, ni que tengamos una Maravilla del Mundo, no sirve. ¿De qué sirve el Nobel de Vargas Llosa si menos del 6% de peruanos lo ha leído? La gente del Perú tiene que ser igual de grande que el Perú.

Yo no soy ni de lejos la patriota perfecta y me gana miles de veces la flojera, la ignorancia o la indiferencia, sin embargo trato de enfrentarlos día con día para un día, como hoy, quejarme con base. No simplemente ponerme en una cámara y decir: "Siempre la misma huevada" "Este país de mierda nunca va a cambiar" Y tengo amigos que viven en el extranjero que quizá se sientan ofendidos con lo último que escribí, pero no importa. No porque ustedes no me importan —Que los quiero y los extraño, odio al extranjero porque me los quitó—, pero mientras no la suden aquí, con todos nosotros, con los que queremos sudarla por la blanquirroja, mientras no hagan eso...no tienen derecho a réplica.

Dejemos de ser peruanos de 28 de Julio, de 31 de Octubre o de cualquier día en que nuestro país este en el ojo del mundo. Seamos peruanos de 365 días, de 360 grados. Seamos peruanos, tan peruanos que si nos abren el corazón, lo vean blanquirrojo. Lloremos con canciones que nos recuerden la tierra de los incas, de la piel curtida y los chunchos de la selva. De las casonas de Lima. Seamos peruanos completos y vivamos para el Perú. No olvidemos, no dejemos que se olviden. No olvidemos, no dejemos que se olviden, no dejemos que no sepan. No olvidemos, no dejemos que se olviden, no dejemos que no sepan, no dejemos que se repita. ¡Y que sea un modo de vida!

Repito, la gente del Perú tiene que ser igual de grande que el Perú, y ya les digo, nuestro precioso, preciosísimo país, nos lleva milenios de ventaja, porque este país es grande, y tiene cosas que lo hacen más grandioso que cualquier Coliseo Romano o una torrecita Eiffel, o una bandera llena de estrellas..."porque Dios a la Gloria le cambió de nombre y le puso Perú"

Marianna - Cap 2


No debí buscarlo, no debí buscarlo y repito, no debí buscarlo. Siempre igual, siempre lo mismo, siempre el mismo tipo con la misma estúpida autosuficiencia. Con las malditas ganas de creer que sabe más que yo de mí. Maldita sea, debí quedarme en cama. ¿Qué más daba a esta altura del partido quedarme en mi torpe cama?

Sus ojos, sus malditos ojos siguen siendo igual de dominantes. ¡Marianna, que estúpida! 

- Ha pasado mucho tiempo —dice sentándose en la vereda de mi casa, sin pedir permiso, sin sonreírme, sin invitarme a sentarme a su lado.

- Si.

Casi cuatro años —cuenta sin voltearme a ver. Siento que estoy vieja para estos juegos, siento que es parte de mi adolescencia y que fui una estúpida por buscarlo. ¿Por qué lo sigo buscando?—. ¿A qué debo el honor?

- Estoy embarazada.

¿Y qué tenía que ver mi embarazo con él? Èl no era el padre, él ni siquiera me había tocado, él no existía más en esta vida. En mi vida. Èl no era parte ya de mi vida, ¿por qué le había buscado? 

Oh, si. Estaba deprimida.

Y estaba tan deprimida que destruía todo a mi alrededor, como siempre. Como cuando tenía once, o catorce, o diecisiete, o dieciocho, o veinte, o veintiuno, o veinticuatro. Por eso lo llamé. Porque él ya no importaba. Ya no pintaba, ya no interesaba y ni siquiera quería vengarme. No tenía yo forma de vengarme de él, porque ya no importaba. Pero si a alguien le tenía que caer toda la mierda de mi depresión era a él.

- ¿Felicidades? ¿Y el flamante papá? —preguntó aún sin verme.

- No lo sabe, ni lo sabrá.

Te vas, ¿no? — sentenció casi sin preguntar. Y yo le sonreí a su espalda — Huyes mi pequeña Marianna, como siempre. 

- Si, huyo. 

Entonces lo supe. Le cogí del brazo para que se pusiera de pie y cuando lo hizo, sonriendo le pegué un cachetazo, y luego otro, no me dio tiempo para el tercero porque cogió mi mano y puso sus ojos sobre los míos. La rabia le brillaba, estaba atónito, no se había esperado todo eso.

- Soy libre —le chillé mientras las lágrimas corrían por mis mejillas—. Ya pasaron diez años, y por fin soy libre. Soy libre de ti.

Soy libre.

Y se va.

Pero está vez no se va porque quiere irse. Se va porque ya no tiene nada que hacer aquí. Nunca sabrá a ciencia cierta el precio tan alto que pagué por confiar en él, alguna vez. Nunca sabrá eso. Pero no importa. Hay cosas que aún se pueden recuperar, personas que aún se pueden recuperar ...y esta vez él no estará para cobrarme nada.

Soy libre.

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Te guardo


Mi día no comienza bien, y aunque podría echarle la culpa al lunes, creo que por primera vez me alegro sinceramente que sea lunes, el fin de semana estuvo peor. Después de gritar por tanto tiempo y en tantos sitios lo que sentía, hoy toca de nuevo esconderlo. Protegerlo para que nadie le haga daño. Toca esconderlo, no decirlo, callarlo.

No lloro porque como dije yo un día muchos años atrás, el dolor más fuerte se siente sin dolor, sin daño, sin lágrimas.

Te amo tanto que sé que te espero aunque mi orgullo me jale de la falda para irme. Cada quien a su esquina y nadie para el centro.

Si quieres irte, verte, yo te espero, como te lo dije un día, como te lo dije ayer, como te lo dije siempre.
Mientras tanto, te vuelves nuevamente un secreto, te vuelvo a esconder entre mis ojos, te guardo en mis palabras, te protejo en mis silencios.

Es raro, siempre te dije que cuando sucediera algo así, me iría a pique, me doblaría en dos y que no sabría que hacer. Debe ser que aún no siento que sea el final, debe ser que soy terca, o debe ser que tengo muy buena memoria y sé lo que tenía…lo que aún tengo.

Te guardo.

Gallo de Lima


A veces, cuando el gallo despierta; despierta sin mis sueños y con ellos mis metas se quedan acurrucadas a su lado. Me ducho entonces sin vigor, como quien pasa caminando bajo una cascada, como si tal cosa, como si nada. “Gallo flaco y con canto desganado”, pienso mientras me salto el desayuno y voy a parar –aunque sentada- en el mismo bus, en el mismo camino de asfalto rumbo al trabajo. Por inercia y  sobretodo gracias a ese pedazo de cielo que llamo a diario “mamá”, no se me ha olvidado traer almuerzo pero, “Maldito gallo frágil”, casi ni recuerdo el sabor.

Con cierta alegría opacada por rutina dan las cinco y treinta, disfruto de la fugaz libertad de ser yo hasta quedar absorbida una vez más en el tubular tráfico limeño, ¿será suficiente mi amor por el arroz zambito para aferrar mi corazón a esta ciudad? Más tráfico, menos quejas, más sopor.

Armada de paciencia y tres mil suspiros luegos “¿He dicho suspiros? Dos razones para amar a Lima, silencio y la amo”, decía, tres mil suspiros luego, sumo y resto de mi vida, pequeñas cosas que jamás serán rutina: la frescura de mis amigos, la cálida y jovial locura de mi primas, el chismorrerío con mis tías, hogar. Ah, la ternura, recién logro despertar a la vida –aunque ya casi termine la noche- cuando sus labios “mis labios”, perdón, se posan sobre los míos. Cuando entre sus brazos descubro una memoria pérdida que me hace gritarle amistosamente a mamá “muy rica la comida, gracias”.

Menudo día, con un poco de magia, el gallo de mañana será uno de esos sementales, gordos y briosos, uno que no de tan flaco el ánimo, ni tanta espera a mi alegría.

--------------------San Borja, 03 de Julio, 2012

Pequeña Venganza


Decidí no decirte cuánto te amo, por primera vez en todo este tiempo creo que prefiero callar. Creo que no es falta de amor, en realidad no lo sé con seguridad, sólo sé que estoy agotada, que preferiría recibir un poco de cariño de tu parte, aunque sea solo un saludo cálido convertido en un tierno beso en la mejilla. Decidí dejarte en silencio mientras caminabas a mi lado, mirándome extrañado, te he dejado en jaque y se siento un dejo de satisfacción en mis sellados labios.

Sé que te confudo y sé que piensas que estoy jugando con tu cabeza. Quizá lo estoy haciendo, ¿cómo se siente?, de mi lado se está genial. Este día se acabaron las excusas, se acabaron mis reproches, no tengo nada más que reclamarte, simplemente estoy agotada. Nunca parecen acabarse tus motivos para tenerme relegada a un papel secundario en tu vida y lo que ya se terminó de mi parte es la paciencia. Cómo no supe nunca ser tan malvada, me vengo de forma pequeñita, no diciéndote que te amo.

Aunque lo sienta. Aunque mi rabia esté en conflicto ahora mismo con mi sentimiento de culpa, aunque me escoce la garganta por decirte en todo meloso, "te amo y eres mi vida". Hoy no. Hoy no se me da la gana darte el placer de sentirte ganador y sentirte confiado, hoy no.

No me siento mal. Mi rabia va ganando, a pesar de mi pequeña rebelión tú, aunque me miras extrañado, no haces nada. Y creo que la rabia es tapa de tanto miedo. Miedo de saber que mi cabezota tenía razón, tú no me amas. Tú ni siquiera me quieres. A ti te gusta tener a una niña con corazón ilusionado diciéndote con palabras bobas lo genial que la haces sentir, lo grandioso que le pareces. Te gusta tener una niña tonta como yo que haga las veces de tu pueblo súbdito abnegado.

Mi rabia va ganando porque aunque haya descubierto todo esto, seguiré quizá en unos días más, contándote lo lindo de tus ojos o lo dulce de tu voz. Aún cuando tu mirada sea tu turbia y tu voz esté llena de mentiras. Mi rabia gana porque mi amor es más grande. Suicida yo, decidí encarcerlarme en un querer que sólo daña, que apenas deja respirar y que no sabe amar.

Y aún con todo, mientras camino a tu lado; al lado de tu mirada confundida, hoy decidí no decirte que te amo. Ojala sea un camino en la dirección correcta, ojala no me vuelva a enredar en tus zalameras palabras. Cuánto quisiera ser libre, ser libre y no conformarme con migajas de venganza. Cuánto quisiera lanzar un dardo a tu garganta, o a la mía. Acabar con esto.

Ciento Sesenta

No sé que podría tener de especial este día, me levanté temprano como todos los días en el último mes. Me levanté temprano y con sueño, debo aclarar, dado que jamás fui ave de la mañana, mis hermanas lechuzas comienzan a no dejarme la cena de todas las noches dada mi falta de compañía. Pero además de mi exilio nocturno familiar, todo sigue la misma rutina de siempre. Fui a trabajar, me senté en el mismo sillón negro de todos los días y me puse a responder correos electrónicos en inglés. Como todos los días. 

Desde media mañana comencé a recibir sus mensajes. Se nos ha vuelto costumbre. Hablamos de todo, de los planes para la noche, de si voy a poder estar, de si me va a recoger en la parada de bus. Si tiene ganas de verme. Creo que siempre tiene ganas de verme. Eso es bueno. 

Yo también siempre tengo ganas de verlo. 

Sé que antes no era así. De hecho creo que podría decir sin mentiras que he dejado de verlo más de un año. Y sin enviarle esos mensajes que ahora parecen ser la energía del día. El café santo de todas las mañanas. 

Ya les digo, este no tendría que haber sido ningún día especial. 
Pero lo fue. 

A medida que pasaron las horas y mi crédito amenazaba con acabarse, comencé a meditar las palabras de una amiga. Quizá si fuera verdad que este mensajero diario comenzaba a interesarme de otra forma, sobre todo si me ponía a pensar lo impaciente que estaba cuando el mensaje llegaba siete minutos después y no los cinco minutos a los que agónicamente me habían acostumbrado. 

“Es mucho que arriesgar”, pensaba cada vez que la idea, temblorosa, asomaba por mi mente. Una amistad de años, una confidencia inigualable, confusiones, explicaciones y lo peor del caso, no tener la más mínima idea de cómo abordar el tema. Mi moribundo crédito apelaba a la valentía que se me había escondido y mis miedos estaban aterrados con lo que quizá sucedería. 

Entonces, escribí. Le pedí a mis dedos que dejaran de temblar, lo cierto es que hacían muy difícil la digitación de lo que intentaba torpemente decir. Y quería decir mucho, porque era mucho lo que tenía dentro, pero quería decir poco para no confundirlo más con toda la palabrería que intentaba encerrar en ciento sesenta caracteres. ¿Por qué son ciento sesenta? Deberían ser más, es injusto para las personas que como yo, necesitamos expresarnos y contamos con un último mensaje de texto. ¡Crueldad Corporativa! 

Le pedía en mi mensaje que entendiera mi situación, la disculpara y se olvidara del tema. Pero la que se olvidó de algo importante fui yo, él es más terco que yo. Así que de olvidarse, nada. 

Desde ese instante el día dejó de ser día para convertirse en una jaula donde yo resultaba una gigante atrapada. De tanto caminar había creado surcos en el suelo de madera, de tanto pensar mí sinapsis se había visto reducida en el cuarenta y cinco por cierto de su capacidad habitual y de tanto analizar, por alguna extraña razón, multiplicara, restara, dividiera o sumara, uno más uno me daba uno. 

El tiempo seguía corriendo y yo quería seguir parada, quieta, en silencio. No sabía que decirle, todo lo que tenía en la mente era que odiaba su terquedad y que necesitaba con carácter de urgencia una caja de chocolates. Luego divagaba, me perdía en cualquier detalle y perdía el enfoque de lo que debía hacer. 

Siempre me sucede, cuando tengo que tocar temas importante doy más vueltas que un trompo y al final me doy cuenta. Cuando se agotó el tiempo, cuando ya no tengo tiempo para argumentar absolutamente nada más a todo lo que sucedía. 

Como ahora. ¡Lo dije! 

Mi mente seguía clara en una sola cosa. Lo único recomendable para solucionar lo que me estaba pasando era dejarlo ser e ignorarlo. Ahora tenía que convencerlo también a él. Otra cosa que me tenía frenética es que no había recibido más comunicación de su parte hacía muchísimo más de siete minutos. Me preguntaba cada tres segundos si él se iba a portar como tonto y me diría que yo también era una. Quizá así la ilusión y el gusto se fueran por un caño 

Pero no soy tan simple, y no sé si eso sea bueno en este preciso momento de mi vida que se siente tan crucial. No debería sentirme así, tampoco es que sea el primer chico que me gusta ni el último, seguramente el siguiente mes será alguien más, eso sí suele ser cotidiano en mí. Aún sabiendo todo eso, no dejo de estar nerviosa, ni dejo de mirar la pantallita de mi celular esperando alguna buena nueva. 

Nada. 

Más de doce minutos y nada. ¿Será que simplemente no piensa contestar? Es que si estuviera frente a mí seguramente entrecerraría los ojos y frunciría los labios mirándolo. ¡Odioso! 

Cinco vueltas más al perímetro de la oficina y dos mojadas de cabello más tarde, la pantalla de mi celular se encendió anunciando la llegada de un mensaje nuevo. Sé que es de él. Sé que podría ser cualquiera de los trescientos sesenta y siete contactos que tengo en la agenda, pero sé que es de él. 

Y se supone que esta sea la parte donde abro el celular y miro que se le ocurrió responderme, pero usé lo poco que tenía de valor para enviarle el primer mensaje en primer lugar, así que de mirar, nada. Al menos he logrado dejar la excavación en el suelo de madera de la oficina. Debería alguien sentirse orgulloso de mí. 

Tengo una rara manía que consiste en inflar mis mejillas cuando no obtengo lo que quiero, pido y a veces incluso exijo. Esta es una de esas ocasiones, porque lejos de hacerme caso e ignorar lo que específicamente le pedí q ignorara, quiere que hablemos del mensaje. Y, ¿saben qué? 
No quiero. 

Y no es simple capricho, o sea, no es que no quiera hablar porque simplemente no quiero hablar, es que no quiero hablar porque no hay nada que hablar y hablarlo sólo me causaría un gran decepción que de todas formas terminará dañando la amistad a la que tanto que aferro. Así que no quiero. 

¿Por qué contestó en primer lugar? Pudo hacerme caso desde el comienzo e ignorarlo. Eso estuvo haciendo porque tengo doce minutos y más que comprueban que me andaba ignorando. Y ni siquiera le puedo contestar porque pues, se me terminó de agotar el saldo. 

Si resulta que si le gusto, seguramente a la tonta mente mía se le ocurrirá dejar de impresionarme con él a los diez días, cortaré y seré sólo una rata más que se cruzó en su camino, y de amistad ni hablar. 

Si resulta que no le gusto, me dolerá el orgullo, me encapricharé más y andaré buscando formas para que caiga en mis graciosas uñitas y luego volveremos a la teoría de lo que sucederá cuando le guste. 

No debí enviar ese mensaje de texto, no debí sentirme valiente por tres segundos y luego pasármela cavando un hoyo en el parqué de mi oficina, no debí pensar que el chiquito se quedaría tranquilo, no debí asumirlo. 

Ni siquiera debí fijarme en él. 

Ahora falta esperar la famosa conversación, sé que hoy no puede porque —gracias a Morgana Le Fay— está ocupado. Si soy un poquito inteligente podría atrasar esta reunión hasta que se olvide del asunto y por primera vez en todo este embrollo, me haga caso. Olvidarnos del tema. 

Claro, está la parte difícil del trato donde no sé exactamente como ignorarlo luego de haber cometido la tontería de coquetearle abiertamente, puedo ser optimista y pensar que no se ha dado cuenta, después de todo, medio despistado es. 

Ignorar lo que siento.