6 de mayo de 2013

Laboramor

Cuando tienes el primer novio, lo usual es que sea o de tu barrio o de tu colegio. En cualquiera de los dos casos, lo más seguro es que lo veas a diario. Si es de tu barrio, todo genial porque lo vas a ver cuando las obligaciones escolares y del hogar se acaben, una media horita, quizá dos horas si se van al cine y qué sé yo, la rutina llega lentamente sin que lo notes. Si es del colegio la cosa está un poco más estructurada, el 90% de las tardes se irán juntos luego de clases, el 60% de los recreos serán a su lado y posiblemente intentes hacer todos los trabajos grupales incluyéndole. Es normal, pero claro, en esta situación en particular la relación se tensa por cosas que no tienen que ver con la pareja.

Y con el paso de los años, a veces, la situación, no sólo se repite sino que a veces llega a empeorar, y algunas —pocas, pero existen—, las situaciones se sobrellevan con estilacho propio de la madurez que nos llega, lenta pero segura.

A mis veinticinco años, tengo una relación que califico como estable, seria y madura —ok, la relación es madura, nosotros a veces no—, de tres años y más o menos tres meses adicionales. No trabajo con él de ocho a cinco, claro que no. Pero compartimos labores "extra" que nos encantan, en la parroquia como coordinadores del grupo de teatro; en la parroquia como participantes del grupo de coro y finalmente para coordinar algunas cosas de la casa hogar que siempre visitamos. 

Nos vemos a diario, casi a diario, y no siempre por motivos románticos. O bueno, yo lo veo así, porque ok, hay sus besitos, abrazos y guiños de ojo, pero por obvias razones no estamos pegados de labios mientras los demás practican una escena o ellos sacan una canción en guitarra; así que es un plano semi-laboral desde mi punto de vista. Igual cuenta, claro que cuenta, pero no cuenta, ¿me dejo entender?

El punto es que el 95% de las veces, coincidimos en lo que tenemos, queremos, debemos y podemos hacer en estos espacios y todo bien, bonito, normalito y tranquilito. ¿Y el otro 5%? Si, he ahí el dilema.

Y este post, supongo, es una especie de disculpa. Y digo "supongo" y "especie" porque sé, que se volverá a repetir por mucho que intentemos que no suceda, sucederá. Es de sabios reconocerlo.

Sucede que cuando algo me sale mal, busco a mi lado a mi enamorado —novio, pololo, free o como le quiera llamar—; y cuando me topo que no es mi enamorado sino el guitarrista o el director escénico, entro en shock y me desespero aún más. Si meto la pata hasta el fondo, espero—erróneamente espero— un "Amor, no te preocupes, relájate y todo mejorará" y lo que recibo no es exactamente eso, es un "No sé porqué te pones así". Comprenderán que lejos de relajarme, terminé hundiéndome más en mi angustia y ansiedad. Él, por su parte, frustrado de mi comportamiento un poco infantil —he dicho un poco y es lo máximo que aceptaré—, ante la situación.

Es difícil separar lo laboral de lo personal, es difícil entenderlo y aún más aceptarlo. Y no es que sea una relación "laboral" per se, empero si es una relación fuera de nuestra relación y eso es lo que debo recordar. Recordar que no me está regañando a mí, sino a la chica que canta, que actúa o que organiza. Sin enfriarlo por completo tampoco, porque en la mayoría de veces es jodidamente —perdón por el francés— perfecto compartir tus pasiones con el hombre que amas.

Ahora, para aclarar y esquivar las espadas justicieras, se resolvió pronta y buenamente. 

Es que creo yo, que si bien tenemos que recordar —sobretodo yo—, que tenemos que separar las cosas, también hay que recordar que aunque tengamos otra etiqueta en la frente, seguimos siendo enamorado y enamorada. Sobretodo si la enamorada es ligeramente engreída —sorry con excuse me—. 

Disculpa, si aún cabe, y para adelante que total, el contrato firmado ya está, y por un margen de error tan ínfimo, no se puede destruir semejante gol de negocio. ¿no?

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