1 de mayo de 2013

Gallo de Lima


A veces, cuando el gallo despierta; despierta sin mis sueños y con ellos mis metas se quedan acurrucadas a su lado. Me ducho entonces sin vigor, como quien pasa caminando bajo una cascada, como si tal cosa, como si nada. “Gallo flaco y con canto desganado”, pienso mientras me salto el desayuno y voy a parar –aunque sentada- en el mismo bus, en el mismo camino de asfalto rumbo al trabajo. Por inercia y  sobretodo gracias a ese pedazo de cielo que llamo a diario “mamá”, no se me ha olvidado traer almuerzo pero, “Maldito gallo frágil”, casi ni recuerdo el sabor.

Con cierta alegría opacada por rutina dan las cinco y treinta, disfruto de la fugaz libertad de ser yo hasta quedar absorbida una vez más en el tubular tráfico limeño, ¿será suficiente mi amor por el arroz zambito para aferrar mi corazón a esta ciudad? Más tráfico, menos quejas, más sopor.

Armada de paciencia y tres mil suspiros luegos “¿He dicho suspiros? Dos razones para amar a Lima, silencio y la amo”, decía, tres mil suspiros luego, sumo y resto de mi vida, pequeñas cosas que jamás serán rutina: la frescura de mis amigos, la cálida y jovial locura de mi primas, el chismorrerío con mis tías, hogar. Ah, la ternura, recién logro despertar a la vida –aunque ya casi termine la noche- cuando sus labios “mis labios”, perdón, se posan sobre los míos. Cuando entre sus brazos descubro una memoria pérdida que me hace gritarle amistosamente a mamá “muy rica la comida, gracias”.

Menudo día, con un poco de magia, el gallo de mañana será uno de esos sementales, gordos y briosos, uno que no de tan flaco el ánimo, ni tanta espera a mi alegría.

--------------------San Borja, 03 de Julio, 2012

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