Sonríe, está bien, por ahora. No te preocupes, para el
momento que escribo esto, ya no duele —tanto—. Y más que no preocuparte, da
gracias; cuando escribo con rabia, no me detiene ni la feminidad, ni el “francés”,
ni la empatía de género…quizá simplemente sea que no quiero sentirme culpable
luego.
El camino que hoy recorres, yo ya lo pasé no hace mucho
tiempo y por eso —¡Si, claro! ¡Sólo por eso!—…duele. Pero un poco más a la
larga, como ahora, da un poco de satisfacción, porque sé que…como yo, no va a
durar.
Esas palabras que hoy usa contigo, un día las usó conmigo,
los mismos tonos, las mismas frases, el mismo estilo, y es tan poco creativo,
que incluso comienza a usar las mismas canciones que un día cantó a mi lado.
Esas, esas son las cosas que dolieron, las cosas que afectaron. Podría ser más
cruel y exponerlo a viva voz y con detalles; deberías dar las gracias que
demoré en escribir y voy quitando un poco el veneno.
Cualquiera que sean tus besos, los míos fueron primeros, no
lo sorprenderás en nada, te faltan meses de práctica para conocer sus formas,
sus manías…sus ganas. Y cuando llegues a sus sábanas —si llegas a sus sábanas—,
le vas a divertir, yo sé que sí, pero que sepas…en su piel, aún lleva mi
perfume. Que sea cual sea el camino que tus manos marquen… YO lo marqué
primero.
Que muchas de las manías de cama que te gustaran de él…las
aprendimos juntos. Se las enseñé yo, me las enseñó él.
Sonríe, como yo sonrío, no por superficial o por venganza,
ni siquiera por despecho. Sonríe porque cuando hayas hecho todo, todo, todo,
todo lo que puedas con él —todo lo que yo ya hice—…tendrás todo, todo, todo,
todo lo que tengo dentro, te habrá dejado y posiblemente pensando algo similar
a lo que yo he escrito.
Sonríe por el recuerdo de un futuro que yo te descubro en el
presente.
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