13 de abril de 2013

No sé con qué fuerzas logré juntar los pasos que me habían conducido hasta aquel lugar, tenía el puño levantado, dispuesta a tocar la puerta del apartamento de Paulo. Sentí como mi respiración se agitaba, como mis latidos inundaban de sonidos mis oídos, como no me decidía a tocar la maldita puerta.

- ¿Gaby? —oí desde mi lugar.
- ¡Paulo! —dije casi en un grito de auxilio.

Abrió la puerta y, casi adivinando el desmayo que estaba por apoderarse de mí, me tomó entre sus brazos para hacerme ingresar al único lugar en la Tierra al que podía llamar "hogar". Me depositó con la suavidad con la que se sostiene una pluma sobre el negro edredón de su cama, se acostó de lado a mi lado reposando su mejilla en su mano.

Intenté grabar sus rasgos en mi mente, intenté tatuarlos en mi corazón, intenté escribirlos en mi alma pero el ruido de mis latidos no me dejaba concentrar. Su mirada era de la un doctor preocupado por un paciente rebelde que no está dispuesta a tomar sus medicinas.

- ¿Qué te ha pasado? —preguntó finalmente— Me ha llamado Susana para que esté pendiente de si venías para acá.

Le sonreí, seguramente mis ojos hinchados me delatarían, había pasado el peor día de mi vida. Acusada de infamias, atacada por todos aquellos que según mi criterio debían creer en mi ciegamente, tan profundamente herida, que el solo recordarlo me volvía a escocer los ojos. ¿Cómo se me vería sonriendo con ojos rojos?

El sonido de mis latidos había disminuido lo suficiente para escuchar su respiración, y aquello era mejor que una serenata de aniversario, sin pensarlo me acurruqué hacia él para rogarle en secreto que acaricie mis cabellos y me dé un beso en la frente. Que sea mi medicina.

¡Lo hizo! ¡Claro que lo hizo! Nadie en este mundo puede descifrar mi lenguaje corporal mejor que él, paseó sus dedos desde el lugar en mi frente donde segundos atrás posó sus labios hasta el borde de mis labios. Cerré mis ojos para oír el camino de sus dedos sobre mi piel, casi tenían el mismo ritmo que su respiración cuando me tenía cerca.

- Nada —susurré.

Bajó sus dos dedos viajeros hacia mi cuello haciendo que arqueara mi rostro hacia el suyo y finalmente me viera pérdida en el parque de pecados que eran sus labios. No sé quejó de mi desviación de tema, no gimió que me detuviera e intentara hablar con él, no me apartó de él. Quizá sea en parte porque jamás ha podido resistirse a mí, por alguna razón que no comprendo, le nubló el juicio en cuanto me vuelvo dueña de sus labios.

Y entonces, cumplí mi objetivo. Le hice el amor como nunca se lo había hecho, porque esta noche no se puede decir que hicimos el amor, no se puede decir que ambos deseábamos culminar con cada caricia cada frase incompleta que intentábamos decir. Esta vez fui yo quien deliberadamente fundí cada espacio de mi piel en la suya, la que guié su mano sobre cada centímetro de mi cuerpo, la que paseé mis pensamientos en cada milímetro de la suya. Hoy, hoy y quizá por primera vez, hoy, fui yo quien le hice el amor a Paulo.

Quedé tendida sobre su cuerpo desnudo, haciéndole círculos sobre su hombro brillante por la transpiración. Él besaba mi cabello que seguramente caía rebelde sobre el otro hombro mientras acariciaba mi espalda con su tibia mano.

- ¿Por qué no has querido hablarme en toda la noche?

"Porque nunca he sabido despedirme de ti".

- Porque no tengo nada que decirte —le mentí mientras detenía un círculo sobre su piel—, aunque quizá debí decir que te amo, pero creo que eso ya lo he demostrado.

Sé que sonrió, siempre sonríe divertido cuando encuentro maneras de esquivar su interrogatorio, dice que si mis ideas fueran capacidad de correr sería campeona mundial de atletismo. Me baja de si para colocarme entre sus brazos, amoldándome a su cuerpo al lateral, encerrándome con una mano sobre la cintura, apoyó su rostro entre mi cuello y el inicio de mi espalda.

Entonces miré la mesita de noche que tenía al alcance de mi mano, sabía perfectamente lo que encontraría al abrir el cajón y era lo que buscaba. Mi boleto de ida. El comienzo de mi despedida. Él pronto se dormiría conmigo en sus brazos y despertaría sólo con mi cuerpo.



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